Litros mañaneros cuando agobiaban demasiado las clases.
Excursiones inventadas, dialectos inventados, gente inventada.
Cash Converters.
Domingos de playa y bicis, o de parque.
Descansitos en la biblioteca.
Guitarras y birras en la playa y en los mejores terraos del mundo.
Colarnos en casas, en piscinas, en discotecas, en zonas VIP, en el FIB, el Arenal y el Rototom.
McAuto y café-lattes, Burger King, Repàs de Pas, Juan o chino anti-crisis.
Conciertos donde olvidamos los límites de nuestra voz.
Seguratas, polis, y gente enfadada que nos la sudaba.
Valencia on fire.
Fiestas absurdas con cuño y mucho mucho kalimotxo.
Negocios que después no funcionaban, porque se nos olvidaba trabajar…
Hemos hecho de todo, pero aún así hay tantísimas cosas que nos quedan por hacer que sería ridículo empezar a enumerarlas.
Cada año un poquito más irracionales, temiendo la vegetalización. Nunca pienso arrepentirme de ello, por muy humillantes que hayan sido las consecuencias.
Y que se prepare el mundo.