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Pequeña digresión

Me llamaron una mañana para decirme que había ganado un importante concurso. Un concurso divino.

Esto es, los Dioses me obsequiaron con 24h para hacer un cambio, para corregir mis defectos y dejar de ser tan desquiciante como soy hasta para mí misma. E iba a ser un cambio para siempre, una pequeña solución a la promesa que había estado haciéndome como se hacen miles de personas cada domingo, y deshacen cada lunes.

Y las usé durmiendo.

Microrrelato #72

Y justo en ese instante, en ese preciso momento, se dio cuenta de que lo que realmente le aterraba por encima de todo, no era otra cosa sino el haberse encontrado de repente a si misma.

Llegados a este punto, ¿qué otra cosa podía esperar del resto de horas de aquel día?.

Duda #54

¿Discutirán entre sí los calcetines desparejados?

¿A dónde van todas las risas que otros nos hacen callar?

¿Cuál es el instrumento para medir el aburrimiento?

¿Puede existir el tiempo libre a la vez que la televisión?

¿Se ha extinguido ya el oficio de «cortador de espaguetis«?

¿Y qué pasa con los niños que nacen sin superpoderes?

Las Autoridades han advertido recientemente aerca de una creciente ola de mediocridad.

La Ministra de Asuntos Absurdos declaraba esta mañana:
«Procuren comportarse irracionalmente, en la medida de lo posible, que no ganamos para gafas y sombreros graciosos, coño.
No queremos hiperbolizar sobre la importancia de este asunto, pero puede que después de la pandemia de esupidez, estemos hablando de la enfermedad más contagiosa de nuestro tiempo.»

La Plataforma por los Juegos de Palabras Pretenciosos asevera en un nuevo comunicado:

«Tomen ésto como un asunto mucho Marx importante que todas sus propiedades privadas. Cámbiense el nombre por algo como Ernesto de Hangover, vayan al cine a ver Full Monty Phyton, o vayan al Bar Andilla a tomar una Buckler.»

A lo que el periodista con un plátano en el oido contestó:

-¿A tomar el qué?

-Una Buckler.

-¿El qué?

-Una Buckler.

-¿El qué?

-Una Buckler.

-¿El qué?

-Una Buckler.

-¿El qué?

-Una Buckler.

 

(Sequiremos informando en cuanto contactemos con nuestro corresponsal, que ha ido a por más salsa)

 

Duda #203

¿Qué tono de móvil escogerá el sordo que no quiere tenerlo en silencio?

(Porque no se entera cuando le llaman.)

Litros mañaneros cuando agobiaban demasiado las clases.

Excursiones inventadas, dialectos inventados, gente inventada.

Cash Converters.

Domingos de playa y bicis, o de parque.

Descansitos en la biblioteca.

Guitarras y birras en la playa y en los mejores terraos del mundo.

Colarnos en casas, en piscinas, en discotecas, en zonas VIP, en el FIB, el Arenal y el Rototom.

McAuto y café-lattes, Burger King, Repàs de Pas, Juan o chino anti-crisis.

Conciertos donde olvidamos los límites de nuestra voz.

Seguratas, polis, y gente enfadada que nos la sudaba.

Valencia on fire.

Fiestas absurdas con cuño y mucho mucho kalimotxo.

Negocios que después no funcionaban, porque se nos olvidaba trabajar…

Hemos hecho de todo, pero aún así hay tantísimas cosas que nos quedan por hacer que sería ridículo empezar a enumerarlas.
Cada año un poquito más irracionales, temiendo la vegetalización. Nunca pienso arrepentirme de ello, por muy humillantes que hayan sido las consecuencias.

 

Y que se prepare el mundo.

 

Y de repente sonó La Valse d’Amélie.

Y toda la la gente que había en el entierro se giró rápidamente hacia la pobre chica para dirigirle miradas de desprecio y reproche  mientras tú y yo aprovechábamos para intercambiar una sonrisa de complicidad como las he visto pocas.

En ese momento lo supe más que nunca.

«¡Oh, pero si ponen mi serie

Después de haber estado probando mil posturas para que funcionara el mando (probablemente sin pilas) y poder cambiar de canal para ver su serie, decidió levantarse, ir hasta la tele y avanzar uno a uno hasta el canal 127 con las manitas que Dios le había dado. Pensó que había sido una verdadera hazaña cruzar todo el salón, pero cualquier precio era poco con tal de ver su serie.

Y había anuncios.

Microrrelato #756

Desde que era invisible ya no llebaba ropa nunca. Pero al cabo de unas semanas empezó a sospechar por las caras de la gente que la supervisión era un poder demasiado común.

Hace ya un tiempo empecé esta  sección, y aunque creí que con lo despistada que soy no tendría ni siquiera una segunda edición, hoy he tenido una revelación (bueno, no exageremos… más bien un descubrimiento).

Y es que hasta la escucha número tropecientos no me había dado cuenta de que el «Potion Approaching» del último disco de Arctic Monkeys contiene una copia bastante gratuita del «Very Ape» de Nirvana. Semejante paranoya he pensado que debía quedar plasmada aquí, como no. Así que se aceptan opiniones, simplemente me falta dejar las pruebas del delito aquí abajo:

Arctic Monkeys – Potion Approaching («Humbug», 2009)

Nirvana – Very Ape («In Utero», 1993)